Me
levanto de mi cama.
Deslizo
mis pies en las suaves zapatillas
y
camino silenciosa con mi trabajo.
Empieza
el día.
Hoy
tras un tazón con cereales,
debo
crear.
Imaginar un poema.
Un
poema que trate de mujer.
Me
levanto de mis sueños
y
ya debo empezar a soñar de nuevo.
Un
poema para una mujer, de una mujer.
No se me ocurre nada.
Alzo
los ojos al techo.
Busco
la inspiración.
Y
sólo se me ocurre un nombre:
Madre.
Me
levanto de mi letargo y ya ha llegado la idea.
Ha
venido volando.
Ella
será mi motivo por una vez.
Ella
que tanto da,
que nunca es la protagonista,
que
siempre me cede ese papel.
Ella alimenta mi cuerpo y mi alma,
y me acuna con cuentos
de princesas valientes que no necesitan
de príncipes que las salven.
Me enseña a ser mejor persona.
Acompaña mis juegos,
pasea de mi mano por las calles
caminando a mi lado, silenciosa,
con los brazos abiertos, rodeándome
por si caigo.
Sí.
Ya está decidido
Hoy
le voy a cantar a mi madre.
Me
he levantado y ya he tomado mis cereales.
No
le diré nada,
pero
hoy mi verso es a mi madre.
Empiezo.
Carmela
Silva
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